Carta al Sr Presidente Alberto Fernández |
Documento aquí Ya lo vivimos hace un año, cuando desde lejos llegaban referencias de algo que se anunciaba como epidemia, y que, a la distancia, con la referencia de una virosis, no alcanzábamos a suponerlo como algo distinto a una gripe. Los acontecimientos nos fueron ingresando a algo que superó lo imaginado. La preparación mitigó lo que hubiera sido catástrofe sin ella. No obstante, llevó a la consagración heroica, de cada uno de nuestros colegas en el puesto que le tocó ocupar. Y llegó la pandemia, y los miedos de la población, y la severidad, y la emergencia, y los sufrimientos que tanto se han descripto. En el ojo de la tormenta, el personal de salud enfermó, y hubo que organizarse del mejor modo para cubrir las ausencias. Y nuestros compañeros enfermaron, algunos severamente, y luego tuvimos que enfrentar la muerte de muchos colegas. Y vivimos la claudicación de alguna omnipotencia inmortal, con que en nuestra profesión pudimos enfrentar nuestra labor con el riesgo de enfermar, a veces gravemente, o incluso morir. Y nos inundó el temor de transmitir este virus a nuestros queridos. Los resultados de esta majestuosa labor están presentes en todos quienes superaron las distintas severidades de esta afección. Para ellos nuestra dedicación consagrada, se plasmó en innumerables gestos que salvaron vidas en medio de tantas incertidumbres. Y llegó esa pausa que el descenso de los casos y muertos ofreció, y vivimos una sensación de alivio. Ya con las señales del nuevo embate de una nueva ola, y la sensación de que tal vez viene lo peor, acometimos los preparativos, como veteranos de guerra. Ya expertos, tal vez habiendo sufrido ya la enfermedad y su inmunidad más la de la vacuna, no preparamos para el enfrentamiento, con respeto y temores por lo que se viene. La gratitud, que nace principalmente en nuestro espíritu de profesional que hace que sintamos placer y plenitud con tarea cumplida, además de algún reconocimiento de seres queridos, más algunos lejanos aplausos, este entusiasmo que mantenemos a pesar de la inequidad en los reconocimientos retributivos. En este momento que remeda al clima de los combatientes en las embarcaciones que los lleva a las playas de Normandía (la película del soldado Ryan), con temores, aumento de casos, colegas con inmunidad y que a pesar de todo vuelven a enfermar, con temores a la justeza de recursos y camas, en este momento, en medio de una cadena nacional, trascendente, con anuncios de medidas esperadas y temidas, una alusión a la salud a la que estamos consagrados, unas frases inapropiadas, irritantes, más si fueron elegidas concienzudamente,… “relajamiento”. Y ahora, por doquier, médicos a quienes representamos, nos preguntan: ¡¡no van a decir nada!! Captar el sentir de muchos colegas, percibir en algunos el desencanto, en otros el enojo e irritación, en otros, interpretaciones condescendientes con los dichos del presidente, u otros interpretando significados más relativos y menos hirientes. Es un momento en el que necesitamos apoyo y cohesión. La palabra, que permite hilvanarnos para la acción, no admite distractos. El apoyo, aunque más no sea emocional y de reconocimientos, es combustible esencial, para nuestro colectivo profesional. Y ….no podemos permitirnos estas fallas en la comunicación, que podrían comprometer el desafío del trabajo conjunto. Estamos preparados para este, tal vez, el gran embate de la pandemia, y más que nunca necesitamos un lenguaje e iniciativas cohesivas frente a nuestro destino. Ante el hecho concreto que el equipo de salud está cansado, con estrés laboral, daño moral, y pérdidas de vida de integrantes del equipo de salud, debemos decir que el mundo de los clínicos, y especialidades relacionadas junto al resto del equipo de salud y a pesar a tener el recuerdo del sufrimiento de lo que fue la primera ola, va a estar permanentemente con, para y del lado de los pacientes, de sus familias y sus allegados. |