El agotamiento físico ya es evidente. El dolor en cada músculo del cuerpo. La angustia en cada respiración. El nudo en la garganta con cada paciente que se descompensa.la desesperación por salvar cada vida. El miedo ante cada maniobra invasiva que nos expone al contagio.
La incertidumbre. La necesidad del abrazo. De la contención.
El dolor de saber a colegas graves. El miedo de ser el que sigue. El miedo de enfermar a la familia.
El abrazo en pausa cuando llegas a casa; porque primero es el baño. El decirle a mis hijas: no se acerquen que me baño primero. El desconcierto en sus ojos cuando no me vieron en todo el día. El apoyo de mi pareja esperando para darme ese abrazo y soltar las lágrimas acumuladas.
Y otra vez el miedo. Y otra vez la incertidumbre. Y otra vez ponerme el ambo; el equipo de protección. La sonrisa para contener aunque sea con un gesto al paciente enfermo que nos necesita.
Es la rabia de ver tanta gente paseando sin la conciencia de lo que estamos dando cada uno en el hospital. En cada servicio dando todo. Dejando nuestra familia por horas interminables de guardias que agotan.
La mirada del compañero que contiene cuando no podés más. Respirar y contener a tu compañero porque es su momento de aflojar un poco.
Y otra vez respirar y no entender a la gente qu sigue paseando porque si.
Respirar y entrar a otra habitación para sostener un paciente con miedo; con dolor; con falta de aire; solo.
Ya no es un pedido más. Es una súplica. Por favor peleen con nosotros. No queremos más muertos. No queremos más compañeros contagiados. No queremos más dejar a nuestra familia sin saber a qué hora o como vamos a volver.
Necesitamos de ustedes. Por favor #quedateencasa de una buena vez!!!!
No somos héroes. No queremos serlo. Queremos volver a casa con nuestra familia.